Hay lugares que inspiran cosas. Las azoteas insuflan
pensamientos muy depresivos, por ejemplo. Las alturas llaman a que las acortes progresivamente
de un salto hacia un vacío lleno de suelo. Ver todos los tejados de alrededor
por encima, contando las tejas para evitar pensar en lo que se está pensando.
Las vistas son extrañas; la ciudad, con todo lo que conlleva, ahora está a los
pies de alguien que nunca se ha sentido partícipe de ella. A un lado, se perfila
una breve línea azul entre nubes, lo que se llama mar. Al otro, se alzan las
montañas, que aunque el mismo Mahoma les exigiera ir con él, parecen tan
impasibles que al pobre profeta no le quedaría otra que ir hasta allí.
Comienzan a flaquear las rodillas, a temblar cuando uno se
arrima al borde, con la cabeza abarrotada de argumentos y contraargumentos. Lo
que iba a ser una escapada del tiempo que duren uno o dos cigarros se iba a convertir en la huida más cobarde
que existe. Ni despedidas, ni confesiones, ni últimos deseos, ni nada. Sólo un
millón de preguntas, todas para cada uno de los recuerdos, de las personas y del
truncado futuro, y una sola respuesta que emplear para todo. La voluntad y el
coraje no sirven para nada cuando la salida más inmediata es tan evidente y tan
accesible. Mejor de espaldas, para evitar ver a aquellos que almuerzan
despreocupados en las terrazas de los bares, los niños que juegan y que no
comprenderían nada, y sus madres, que serán las primeras en gritar. No habrá
más sufrimiento, sea por dinero, por salud o por cualquiera. Pero ojo, nunca
más tendrás la oportunidad de intentar, una vez más, ser feliz.
Y digo adiós. Adiós.
Nadie escucha lo que digo
El suicidio es la cosa mas inútil que existe en este mundo.
ResponderEliminarLa vida es un regalo que no tenemos que desperdiciar, aunque estés harto de vivir siempre habrá alguien que te entienda, quiera y valore.
Porque siempre habrá alguien que escuche lo que dices.
Hay que valorar la vida.