¿Sabes? A veces estas cosas son impredecibles. A veces
simplemente ocurren. Suena una canción y no puedes escuchar hacia otro lado;
ojalá, ¡cuántas veces! Pero no. Simplemente ocurre, ya te digo. Y tiene que
bañarte, no queda otra. Calarte todos los órganos que perciben, más allá de los
cinco dados por supuesto, y atravesarte como antes. Soplar en la cicatriz y
avivar la quemadura. Porque pasa. Pasa
cuando pasas por donde solías pasar, y la cicatriz murmura. Y cuando tu cabeza
se arroja aleatoriamente para atrás, al innombrable pasado, también pasa: la
cicatriz se abre para hablar, grotesca boca, y tus oídos se cierran para oír,
oír por dentro, imposible de ignorar. Pero, ¿para qué ignorar? Tiene que
bañarte, calarte, empaparte, inundarte, ¡no te ahogue! No ahoga. El recuerdo
del amor no ahoga. ¡Ah, amigo! Hablabas de amor encubierto, poco encubierto. No, no ahoga, siempre y cuando nades, o sepas
nadar, o hayas aprendido a nadar. Entonces, se escala desde tifón a piscina. Pero
hay quien se puede todavía ahogar, pero tú… No, tú no. A ti te puede bañar, y
lo hace, ¡claro que lo hace! Pero hay que atravesarlo. Catar el recuerdo como
un profesional el vino añejo: lo mira, lo huele, lo saborea… y lo escupe. Lo
escupe; ya sabe suficiente, ya lo ha percibido. Si se avinagró, si está picado,
ya lo sabe. Si sabe a gloria, ya lo sabe. El resto es gula, pecado capital.
¿Eres de los que se empachan con recuerdos? No, tanteaste las sensaciones de
los avinagrados, paladeaste con gusto los buenos, escupiste ambos. Conociste en
el presente las líneas pasadas, no todas, que son muchas, ¿qué más necesitas?
No las vas a volver a experimentar en líneas futuras. Ve cosechando uva para
los futuros vinos, te digo, alargando demasiado la metáfora. Sé un profesional.
Bienvenidas sean tus letras de nuevo!
ResponderEliminarAsí es, no embriagarse con el pasado es el mejor camino para tener un sobrio futuro.
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