Se funden las horas. Los minutos se derriten, cayendo a los pies del reloj. Pero los segundos se hacen polvo. Son tan breves que no les da tiempo a fundirse. Y es que, parándose a pensar, cada latido del corazón es un momento que se ha hecho polvo. Un momento que sabemos que no se repetirá, y que muchas veces, sin embargo, desaprovechamos. Dedicamos demasiados segundos a recrear el pasado y construir un imposible futuro a partir de allí, dejando que el presente se haga polvo, se esfume. Que caiga al suelo o incluso más allá.
El tiempo no es que sea oro, es que el tiempo es la misma mina. Porque al escoger entre tener una hora más del día (o de la noche) o tener cien gramos de oro, la respuesta debería ser clara. Y es que en una hora se pueden sacar esos míseros pero codiciados gramos de oro y bastantes más.
Deberíamos de tener en cuenta que el tiempo no es eterno, que las agujas de todos y cada uno de los relojes lo van sepultando irreversiblemente, limitando la vida los humanos. Donde muchos ven que “llegan tarde” yo simplemente veo un corte artificial en la naturaleza de cada uno, un acuerdo irracional que se tiene por necesario sin serlo. No llegan tarde, puesto que el tiempo pasa, pero transcurre sin existir. Vivimos en una jaula de horas, minutos y segundos, como encerrados en la esfera de un reloj, tratando de esquivar las agujas sin poder evitarlas. Acatando sus órdenes sin poder rechistar.
Realmente, no sabemos si nos pasamos la vida devorando el tiempo o si el tiempo se pasa toda la vida devorándonos.
El tiempo nos esclaviza, sin lugar a dudas.
ResponderEliminarSí, ni más ni menos...
ResponderEliminarNo te dejes esclavozar! Aunque seguramente sea tarde...
Nacemos ya condenados
ResponderEliminarUn deleite leerte...el tiempo es prisionero de tú sensibilidad.
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