Necesito mi melena. La quiero, la echo tremendamente de menos. Era mi sello de identidad, lo que me hacía sentir libre, incluso rebelde. El contestar un rotundo “No” al típico “córtate el pelo”; que la gente me dijera que estaba más guapo antes, que no se me ve la cara. Pues un favor que os hago.
Agitarla al ritmo de la música, mientras saltas con la guitarra colgando. Recuperar la sensación de que te moleste en la cara y que se te pegue a la frente con el sudor. Eso de que la gente te mire raro por la calle, a mi me encanta. Me encantaban mis pintas; me sentía realmente yo. Al final era por el gusto de llevar la contraria. Y aunque también sea para poder decir algún día ”se acabó”, y pegarle un tijeretazo. Ya lo hice una vez.
Pero sigo pensando que el rocanrol necesita mi melena.
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