Ambos sabemos que no vas a leer esto. Quizá tardes un par de párrafos más, pero entonces cerrarás la ventana del blog y, simplemente, te pondrás a hacer otra cosa. Evidentemente, es culpa mía. Totalmente culpa mía.

domingo, 29 de abril de 2012

"Porque polvo eres y en polvo te convertirás" (Gn 3, 19)


El más silenciado y hueco de todos. El más solo. También el más pisado y el menos escuchado. Quizá el más olvidado. Soy polvo abandonado. Mientras el viento se lleva a los demás, mis restos se quedan en las esquinas tristes y grises. Y ahí se pudren, se mezclan con la cobardía y el miedo y pierden las ganas de salir de estos rincones. Siempre a la sombra. No quedan lágrimas, ni nadie que las derrame por esta nada que se cree que todavía existe. No hay peor castigo que la soledad.

Y seguir viendo pasar gente cargando felizmente con sus aprovechados presentes, mientras lo que fue un pasado observa el paisaje con la envidia en la que desemboca la nostalgia. Nadie barre este polvo que sólo está buscando un gesto de afecto, alguien que se siente a su lado y pueda reconstruirlo a base de la menor amabilidad. Y demasiado fácil es desear desvanecerse; es la vía rápida para batir la soledad: no tener ni la propia compañía. Sin embargo mi polvo se empeña en prosperar, aún con esperanza, sacando la fuerza de entre sus motas y empleándola en volar. Y olvida que es el viento el que le hace alzarse por los aires, no su voluntad. Y tal y como lo levanta, lo devuelve a otro oscuro rincón en donde continuar, simplemente, malgastando el tiempo.

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