El más silenciado y hueco de
todos. El más solo. También el más pisado y el menos escuchado. Quizá el más
olvidado. Soy polvo abandonado. Mientras el viento se lleva a los demás, mis
restos se quedan en las esquinas tristes y grises. Y ahí se pudren, se mezclan
con la cobardía y el miedo y pierden las ganas de salir de estos rincones.
Siempre a la sombra. No quedan lágrimas, ni nadie que las derrame por esta nada
que se cree que todavía existe. No hay peor castigo que la soledad.
Y seguir viendo pasar gente cargando
felizmente con sus aprovechados presentes, mientras lo que fue un pasado
observa el paisaje con la envidia en la que desemboca la nostalgia. Nadie barre
este polvo que sólo está buscando un gesto de afecto, alguien que se siente a
su lado y pueda reconstruirlo a base de la menor amabilidad. Y demasiado fácil
es desear desvanecerse; es la vía rápida para batir la soledad: no tener ni la
propia compañía. Sin embargo mi polvo se empeña en prosperar, aún con
esperanza, sacando la fuerza de entre sus motas y empleándola en volar. Y
olvida que es el viento el que le hace alzarse por los aires, no su voluntad. Y
tal y como lo levanta, lo devuelve a otro oscuro rincón en donde continuar,
simplemente, malgastando el tiempo.
...y entre medias a polvos vamos pasando el rato.
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