Yo, más o menos

Yo, soy yo. Que no haya dudas. Por supuesto, eso no implica que sea mi mejor versión. Que me pierdan las formas muchas veces, que se me juzgue rápido, con un vistazo de arriba abajo y un protocolario saludo. A lo mejor me delata el cuero y el “hostia” antes del “hola”.

Eso de que me ría hasta de las piedras, cosa que cansa y hace que la gente aborrezca mi risa y hasta verme los dientes. Hacer bromas del día a día, de lo soez, incluso del andar de los patos; la gente no está acostumbrada, y me suele mirar raro. No me sé enfadar, si no es la excepción la seriedad. Se me pierde la mirada en el vuelo de las moscas, en el humo de los cigarrillos del de al lado, como con tentación. Soy el rompevicios número uno; aún me quedan unos pocos.

Escribo mejor que hablo, y mejor que escribir, callar y escuchar. Que se creen silencios por culpa de esto, que muchas veces dicen más que las palabras, y que se suelen romper con una risa. Mía, y sin causa definida.

Por supuesto, soy de cagarla y no aprender, al menos hasta la tercera o cuarta vez. “Consejos vendo pero para mí, no tengo”. Un animal que se alimenta de ilusión. Por eso estoy tan flaco. Y ésto no voy a cambiarlo, que se jodan las dietas y los gimnasios. Al final la ilusión sabe más a alfalfa que a solomillo, pero la costumbre le quita los peros a lo desagradable.

Soy de los que saben estresarse, mal sin embargo,  y mi concepto “relax” es lo que para otros un agobio. Pierdo las horas a oscuras y con la música que incluso molesta, mía o de otro. Soy el orgullo hecho hombre –si me puedo considerar hombre-: llevo hasta chuletas para pedir perdón. Y no cuentes con un “gracias” que venga de mi boca, si no eres el pizzero. Se me da sospechosamente bien cargarme mis relaciones con la gente en general. Demasiada dejadez acumulada, que ya se puede diagnosticar como pasotismo patológico. Ah, y no sé ni mentir ni fingir, lo digo por experiencia.

Perderme entre mis pensamientos, absurdos y precipitados, ralladas sin sentido que preocupan y son luego objeto de arrepentimiento, cómo no. La bipolaridad me corre por las venas: hoy tengo las cosas tan claras, que mañana haré todo lo contrario. Estoy esperando a que salgan unas pastillas para esto, pero nada.

Soy un gilipollas integral, de mis horrorosos pies a mis escasas cejas. No se me ocurren cosas buenas que decir de mí. Y aún así, la gente se empeña en tenerme cerca, en seguir llamándome. “Joder, falta este”. Ni entiendo ni entenderé por qué la gente me echa de menos cuando no estoy o por qué se alegran de verme por la calle. Si yo fuera otro, nunca me hubiera escogido como amigo. Y nunca entenderé cómo les puedo gustar a las mujeres, y menos a las que me conozcan. Seguramente sea por ese cuerpo escultural que ni tengo ni persigo. También es que me buscan las locas, todo sea dicho.

En fin, soy rarito, qué le voy a hacer.

(Alguien me dijo una vez que esta canción me definía)

http://www.youtube.com/watch?v=wHXfEpNyGAY