Después de acabar una rutinaria mañana de estudios, llegué a casa de mis abuelos, donde solía comer la mayoría de días. Tras poner la mesa y sentarme en la silla más cercana al viejo y polvoriento sofá de mi abuelo, le hice la pregunta que cada día le hacía, hallando la respuesta que cada día él me daba:
-¿Qué tal, Julio? ¿Cómo estás?
-No tan bien como tú, pero en fin. Vamos tirando.
Clavo sus cristalinos ojos azul cielo en mí, dedicándome una de sus solemnes miradas y una de sus leves sonrisas, que dejaba entrever los numerosos huecos en los que antaño hubo dientes. Rió agudamente, incorporándose. Se levantó de su sillón, en el que tantas horas del día (y muchas veces de la noche) pasaba, trasladándose a la silla donde se sentaba para comer, a mi izquierda.
Apareció por la puerta cargada con la olla mi abuela, encorvada como los años la habían dejado. Me miró, y sonrió. Al haber servido la comida, y habiéndose sentado, empezamos a comer. Como de costumbre, mi abuelo, esperó unos minutos a probar bocado.
-¡Ay, Julio! Siempre igual. ¿Qué esperas? Se te va a helar la comida – dijo mi abuela, tras un suspiro de incomprensión.
-No tengo prisa. –Me miró, como buscando complicidad, y sonrió- ¿A que no?
- No Julio, no. –Le miré, y reí con la intención de que él me siguiera, sin obtener mucho resultado.
Y al acabar de comer, como cada día, mi abuela preguntó la hora, ya que todos los días a la misma hora ha de medicarse. No está su corazón para muchos trotes.
Como yo no llevaba reloj, y cada reloj de esa casa tiene las agujas mirando hacia un lado diferente, le pregunté a mi abuelo, que llevaba siempre su reloj:
-Julio, ¿qué hora tienes?
Mi abuelo se arremangó ligeramente la manga izquierda y miró el reloj.
-Las cuatro y cinco. –Dijo, convencido y calmado.
-¿Cómo que las cuatro y cinco? –Saltó mi abuela. –¿Tan tarde es ya?
Yo, sorprendido tanto como mi abuela, y desconfiando algo de mi abuelo, saqué mi móvil, miré la hora y lo guardé. Las cuatro menos veinticinco.
-Julio, tienes el reloj adelantado media hora, ¿sabes?
-Claro.
Su respuesta me dejó descolocado.
-¿Y por qué? –Dije, perplejo.
Su reflexión me dejó aún más sorprendido de lo que me dejó que supiera que llevaba el reloj fuera de hora:
-Porque así tengo la sensación de que vivo media hora más que vosotros. –Dijo, sin más, sonriendo.
(Historia real)
Woo! I like it so much!
ResponderEliminarSabía que era una historia real antes de acabar siquiera! Anyway, lo has escrito de un modo muy literario y realmente genial, me ha gustado :).
Por cierto, tu abuelo no es Julio el sabio, es Julio el MUY sabio.
(K)!
Muchas gracias!!
ResponderEliminarEn serio, mi abuelo me mató cuando me dijo eso; sabía que tenía que escribirlo y contárselo a la gente...
Mi abuelo parece que esté loco pero es muy muy sabio el cabrón
Besos!