Como sé que me va a llegar un día u otro, me voy a ir confesando.
No debieron haberme dejado escuchar música. Nunca. Ha sido lo peor que he hecho en mis breves días. Me ha obsesionado, me he dejado llevar por las sensaciones de banalidad de las notas, por el sentimiento falso creado por dulces melodías y por la ambición de querer crear otras mentiras que alguien, algún día, se crea. Igualmente, no debí codiciar nunca una guitarra. Pues no habrá cosas que me he perdido por culpa de ese trozo de madera con cuerpo de diva...
No debí haber pensado nunca. No debí haber imaginado. Nunca tendría que haber sido diferente, transgresor, o como se quiera llamar, si se quiere llamar. Seguir la corriente es más fácil, pasar desapercibido puede que hubiera sido más llevadero.
En mi vida tendría que haberme ilusionado con la primera mierda que me pasara. Si la vida son dos días, no planees nada para el tercero; porque si se sabe contar, uno se da cuenta que no hay. Porque las ilusiones son esas expectativas que siempre llevan un “des” delante.
Y por supuesto, nunca tendría que haber escrito cuatro párrafos arrepintiéndome de todas las cosas que he hecho. Que son dos días, y si al segundo te arrepientes de lo que hiciste el primero, te lo pierdes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario