Ambos sabemos que no vas a leer esto. Quizá tardes un par de párrafos más, pero entonces cerrarás la ventana del blog y, simplemente, te pondrás a hacer otra cosa. Evidentemente, es culpa mía. Totalmente culpa mía.

sábado, 14 de abril de 2012

Amarga dulzura, dulce amargura

Al fin y al cabo, vivimos para descubrirnos a cada uno de nosotros mismos. Para descubrir esas cien cosas que nos agradan, y esas dos mil que no. Para caer una, dos, tres veces en nuestros miedos y aprender a hacer un puente por encima de ellos. Vivimos para defender sin capa ni espada aquello que nos empuja hacia delante, cometiendo tantísimos errores y tantas absurdeces por tal causa que acabamos dándonos la vuelta hacia eso que nos empuja, preguntándonos qué ha a podido ir mal en estos metros que hemos recorrido. Pero ésta es la condición bajo la cual se rige esta paradoja que llamamos vida, y que algunos tratan de relatar con palabras, cometiendo un error y una absurdez. A nadie se le puede definir la vida, pues como dijo el poeta, en cada boca tiene un sabor.

Sin saberlo, nos comprometimos una vez, en una sala de hospital, a caminar sin tener tiempo para quejas ni cuestiones sobre la justicia de la Gran Paradoja. Y nos dieron gato por liebre, sí. Tratan de que sigamos sobreviviendo con una sonrisa aún con vinagre en las heridas. Que podamos no recordar al vernos una cicatriz, y que seamos tan fuertes que ni los peores problemas nos puedan hacer tambalear. Y no pudimos decir que no al firmar este contrato. ¡Cuántas veces me hubiera metido yo de nuevo en el útero de mi madre, cerrar los ojos y ser alimentado, donde no hace falta excusas que poner o lamentos que ahogar!  No podemos esquivar el enfrentamiento contra la Gran Paradoja. Nos sometemos cada día a ella como esclavos al temor de un flagelo, como un empresario a su dinero y como un hijo a una madre: con temor, debilidad e ignorancia. Y aún así, sabiendo que nos la vamos a jugar contra la injusticia, que seguiremos cayéndonos de morros al tropezar con preguntas sin respuesta, que acabaremos reflexionando torpemente al final de cada día sobre lo que podríamos haber hecho en lugar de lo que hicimos, sabiendo que no hay remedio,  aún así, ¡aún así!, somos tan inocentemente valientes de quitarnos la sábana de encima mañana sí y mañana también, poner ambos pies en el suelo y levantarnos otra vez. Esa es nuestra Gran Paradoja. Eso es lo que no entiendo, y lo que hace tan fascinante nuestra humilde e incoherente condición: tanto puede uno pensarlo y escribir sobre ello, sobre las quebradas razones propiamente nombradas, como dejarlas todas aparcadas en un rincón junto a una maraña de ruegos, lágrimas y miedos, y salir al no-sé-qué completamente desnudo e indefenso, como un gladiador condenado al azar. Y llegar de nuevo destrozado y desganado, sabiendo que ésta ha sido otra de las trescientas sesenta  y cinco raciones de cruda realidad que nos corresponden por año, y que al día siguiente nos tocará otra. Otra sobre la que volveremos a hundir la cuchara de forma hiriente y que nos arrimaremos a la boca, donde saborearemos su agridulce esencia y que al final tragaremos, esperando una pesada digestión y el siguiente bocado. Estamos devorando a un ritmo atropellado cada ración de paradoja, tapándonos la nariz para no saborearla, sin aprender a disfrutar de su mezcla de impresiones. Pues, como toda paradoja, tiene su componente dulce y su amargura equivalente. Y si no es por esta breve dulzura por la que nos ponemos en pie día sí y día también, es que podremos llegar a la conclusión de que somos tan ilógicos que vivimos por y para el dolor.

Pero qué os voy a contar que no sepáis por vuestra propia experiencia en esta paradoja. Seguid viviéndola como queráis, no como podáis o como os dejen. 

2 comentarios:

  1. Muy buena reflexión, si señor! Por suerte o por desgracia, esas pequeñas pizcas de dulzura nos seducen demasiado como para dejar de luchar contra el dolor, pese a que este ocupe el 98% de nuestra vida.

    ResponderEliminar
  2. Sólo puedo decir una cosa: "Que el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

    ResponderEliminar