En mitad de la nada. Simplemente siendo, ni siquiera
estando, porque tu cabeza no está en el mismo sitio que tu cuerpo. Alguna
melodía que contribuya a esta paz acompañándote, al igual que el paisaje. No
importan ni los negros nubarrones de tormenta ni lo lejos del origen que
estés, porque no hay destino. El destino
eres tú mismo, un bolígrafo y un papel. A veces no hay sitio en ti para los
pensamientos, y por eso tienes que escribirlos tal y como llegan, como un
desalojo constante cuya única salida es la tinta.
A sabiendas de que estás solo y que no te pueden encontrar,
y sin ganas de ello. No hay interrupciones, es lo que tiene la soledad: nadie
quiere buscarte ni tú quieres que haya tal búsqueda. ¿Para qué volver? ¿Qué te
está esperando? Una guerra entre tú mismo y la realidad, que ha quedado ahora
en un segundo y miserable plano. No quieres salir de ti para volver con ellos.
No hay hambre, no hay sed, no hay necesidad de compañía. ¿Miedo a la noche, en
medio de un rincón abandonado? No te cabe. Sólo quieres perderte de vista y de
cualquier recuerdo, rezas porque todo el mundo se haya olvidado de ti. Egoísmo
existencial. No te apetece volver a divisar horizontes; no tienes ganas de
recuperar tu vida, ni a quienes allí están. Ahora te das cuenta, cuando no te hace falta, de que el cariño
ajeno es un complemento. Te necesitas a
ti; siembras tu egoísmo y cosechas una prepotente autoestima.
No quieres que se vuelva a hablar contigo ni de ti, ni tan
sólo habitar en un “¿recuerdas?”. Una defunción en vida sin entrada al
tanatorio que hay allí dentro, en la oscuridad de los demás. Hasta que algún
día, cansado tanto de ti como de cualquier otra persona, barajas la posibilidad
de dejar de ser tanto para el resto como para ti, fuera de cualquier posible
arrepentimiento o falta de valor.
En momentos como éste, te gustaría irte sin rezos ni
despedidas. Ayer todo y al día siguiente, absolutamente nada. Todos los
propósitos, todas las promesas, todo lo que has hecho y lo que no, lo bueno, lo
malo, todo queda reducido a cero. Todos tus pecados quedan perdonados, toda
decepción queda enterrada y todos los vicios quedan en ti. Ya no eres nada para
nadie. Ya nadie se acuerda ni quiere acordarse de ti.
«No eres ni has sido nada
para nadie, no te equivoques»
Para mi siempre has sido y seras!
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