También necesitar, comer, beber,
beber, beber y beber, correr y huir, dar la cara, la espalda, el brazo a
torcer, o dos besos; esperar, luchar, impacientarse y armarse de paciencia,
hablar cuando nos digan de callar y no saber qué decir cuando tengamos que
hablar. Tendremos que aprender, sufrir, perder infinitas veces y, en el mejor
caso, ganar alguna; escuchar, esperar, desesperar, salir, entrar, desear y
aspirar, gustar, querer y contadas veces amar; pelear, defender, atacar,
romper, perdonar y ser perdonado, suplicar, aguantar sin llorar, o no aguantar;
buscar y con suerte encontrar, fingir reír, dejarse llevar. Cortar, cambiar y
reemplazar, pisar, subir y por norma bajar, caminar y caminar, desgastar,
comprar sin parar y pagar sin reparar, estudiar, trabajar, alterar, esquivar,
superar. Me quedo con esta última: superar.
Equivocarse, arrepentirse,
deprimirse, alegrarse, exigirse, no cortarse ni esconderse aunque se prefiera desaparecer.
Librarse, mojarse de una u otra forma, drogarse –para unos, medicarse, y para
otros, ponerse-, motivarse y evitar a toda costa desmotivarse. Perderse,
encontrarse, nunca rendirse; desvestirse, acercarse, alejarse, rozarse y
encariñarse, sorprenderse, molestarse, ahogarse, rebelarse, asustarse,
avergonzarse, emocionarse si se puede, complementarse, de vez en cuando entristecerse,
pero no habituarse. En fin, reinventarse.
Hacemos muchas cosas raras,
demasiadas. Nos depilamos, nos maquillamos, nos ponemos tacones, nos
musculamos, nos vemos gordos o delgados, nos dejamos barba, nos afeitamos, nos
alisamos o rizamos el pelo, o no lo cortamos. Nos peinamos como si fuera imprescindible.
Nos gastamos cantidades indecentes de dinero en ropa, en decoración, en objetos
absurdos e inútiles. Pagamos por sexo. Nos
sonrojamos, lloramos, nos reímos. Y lo peor de todo: pensamos. Razonamos.
Asentimos y negamos. Estamos o no de acuerdo con lo que se nos dice e incluso con lo que no se nos dice. Somos.
Y todo esto, todo, lo hacemos
probablemente varias veces al día, cada día, de forma consciente o
inconsciente. Crecemos, envejecemos, buscamos realizarnos también, cada persona
de una y en una forma. Dejamos atrás actitudes, consejos, obligaciones,
responsabilidades, para tomar unos nuevos, querríamos que mejores. Abandonamos
el niño que fuimos, olvidando dónde se ha quedado. No sabemos qué hemos hecho
con él, porque hemos sido nosotros.
Reflexionar. Ese temido verbo que
muchos no practican por miedo a darse cuenta de que no siempre han tenido
razón.
Wuaaaau! me ha encantado esta entrada Rapera, porque cantando es como mejor se muestra la cruda realidad.
ResponderEliminar