Ambos sabemos que no vas a leer esto. Quizá tardes un par de párrafos más, pero entonces cerrarás la ventana del blog y, simplemente, te pondrás a hacer otra cosa. Evidentemente, es culpa mía. Totalmente culpa mía.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Más palabras

¿Cuántas veces nos toca caernos, levantarnos, no dormirnos y aún así despertarnos, soñaros y soñarnos, cansarnos sin relajarnos y así agotarnos, tardar en calmarnos, resumirnos, ampliarnos; en resumen, aguantar y aguantarnos, pero nunca morirnos?

También necesitar, comer, beber, beber, beber y beber, correr y huir, dar la cara, la espalda, el brazo a torcer, o dos besos; esperar, luchar, impacientarse y armarse de paciencia, hablar cuando nos digan de callar y no saber qué decir cuando tengamos que hablar. Tendremos que aprender, sufrir, perder infinitas veces y, en el mejor caso, ganar alguna; escuchar, esperar, desesperar, salir, entrar, desear y aspirar, gustar, querer y contadas veces amar; pelear, defender, atacar, romper, perdonar y ser perdonado, suplicar, aguantar sin llorar, o no aguantar; buscar y con suerte encontrar, fingir reír, dejarse llevar. Cortar, cambiar y reemplazar, pisar, subir y por norma bajar, caminar y caminar, desgastar, comprar sin parar y pagar sin reparar, estudiar, trabajar, alterar, esquivar, superar. Me quedo con esta última: superar.

Equivocarse, arrepentirse, deprimirse, alegrarse, exigirse, no cortarse ni esconderse aunque se prefiera desaparecer. Librarse, mojarse de una u otra forma, drogarse –para unos, medicarse, y para otros, ponerse-, motivarse y evitar a toda costa desmotivarse. Perderse, encontrarse, nunca rendirse; desvestirse, acercarse, alejarse, rozarse y encariñarse, sorprenderse, molestarse, ahogarse, rebelarse, asustarse, avergonzarse, emocionarse si se puede, complementarse, de vez en cuando entristecerse, pero no habituarse. En fin, reinventarse.

Hacemos muchas cosas raras, demasiadas. Nos depilamos, nos maquillamos, nos ponemos tacones, nos musculamos, nos vemos gordos o delgados, nos dejamos barba, nos afeitamos, nos alisamos o rizamos el pelo, o no lo cortamos. Nos peinamos como si fuera imprescindible. Nos gastamos cantidades indecentes de dinero en ropa, en decoración, en objetos absurdos e inútiles. Pagamos por sexo. Nos sonrojamos, lloramos, nos reímos. Y lo peor de todo: pensamos. Razonamos. Asentimos y negamos. Estamos o no de acuerdo con lo que se nos dice e  incluso con lo que no se nos dice. Somos.

Y todo esto, todo, lo hacemos probablemente varias veces al día, cada día, de forma consciente o inconsciente. Crecemos, envejecemos, buscamos realizarnos también, cada persona de una y en una forma. Dejamos atrás actitudes, consejos, obligaciones, responsabilidades, para tomar unos nuevos, querríamos que mejores. Abandonamos el niño que fuimos, olvidando dónde se ha quedado. No sabemos qué hemos hecho con él, porque hemos sido nosotros.

Reflexionar. Ese temido verbo que muchos no practican por miedo a darse cuenta de que no siempre han tenido razón.

1 comentario:

  1. Wuaaaau! me ha encantado esta entrada Rapera, porque cantando es como mejor se muestra la cruda realidad.

    ResponderEliminar