Ambos sabemos que no vas a leer esto. Quizá tardes un par de párrafos más, pero entonces cerrarás la ventana del blog y, simplemente, te pondrás a hacer otra cosa. Evidentemente, es culpa mía. Totalmente culpa mía.

lunes, 21 de enero de 2013

Es muss sein

Qué casualidad, ¿eh? Que tú y yo nos hayamos encontrado, separado y reencontrado, y después, enamorado. La primera es que casualmente coincidimos en no sé dónde por no sé quién —recuerdo ambas, pero están fuera de contexto—, y después hubo un desencuentro, que culminó en nuestra conexión (tú me entenderás). Después, ¿qué? Qué casualidad que me hubiera visto y conocido a mí y ya no hubiera querido otro. ¿Por qué yo? Muss es sein? (¿Tiene que ser?); ¿por qué no podía ser otro, mucho más apuesto, honrado y extraordinario? Es muss sein! (¡Tiene que ser!), es él, es él, ¡por fin!

¿Pero yo qué hice, ante tanta casualidad? Darme cuenta de las que aconteciéronme a mí. No ha habido  ninguna mujer (ni siquiera mi propia madre) que con una mirada me transmitiera tantísimo en mi vida. La quise al instante por eso, por su forma de mirar, por su forma de tenerme en sí. Por su forma de amarme con tanto silencio, porque lo suyo es amor eterno; lo mío, su más grata correspondencia con  un “sí, quiero” inmediato. Mi amor es mío, y no hay más culos ni escotes en mi vida que los suyos. No hay más faldas cortas, ni tacones altos, que no lleve ella. Y no hay más amor para nadie, porque lo he vendido todo a muy mal precio, mas que para la única mujer que amo yo. La única mujer con la que me acostaría, para después dormir con ella al lado.

Nuestro compartir es nuestro, y es casualidad que hayamos elegido el mismo modo. Casualidad que yo sea de rubias y listas, y ella de flacuchos rarunos. Coincidimos en el ver, el oír, en el gusto (a tacto lingüístico), hasta en el oler, pero en el que más, en el tocar. Ella quiere que la toque con mis manos destrozadas de hombre viejo, que la acaricie allá donde la toque, y culmine besándola en la punta de la nariz. Que me enrede de su pelo, y que acabe colgando de él en un vuelo acrobático. Eso es amor, y eso es lo nuestro. Con todos los desajustes, cambios de aceite, explosiones, quema de rueda y hasta se nos agotó el limpiacristales, aun con todo, nos quisimos querer como quisimos, es decir, no sólo queriéndonos, sino enamorándonos cada día que pasa más todavía. Seguiremos yendo al taller, para ajustarnos de nuevo el uno al otro, pero eso ya lo veremos. "Caballero, hasta el fin del mundo". Habrá gasolineras donde repostar.

2 comentarios:

  1. Cada vez me gusta mas leer tus escritos, cada palabra, cada punto y cada coma, la leo cn pausa y sintiendo cada cosa, me encanta esta entrada ya que hablas des de el corazon (mayoritariamente en todas las entradas, pero en esta mas...)Sigue asi y nunca canvies tu forma de escribir, ni ha peor claro, cada vez mejora por momentos...xD

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