Voy a contar una anécdota real.
El otro día bajé a fumar, entre pensamientos y algo más, y me di un pequeño paseo; iba a sentarme en el
mismo banco que el uno de febrero de este año. Llegué y me encontré que estaba
ocupado por un hombre negro que tenía a su lado una mochila enorme. Me senté en
un banco enfrente de él y le di las buenas noches, a lo que me respondió lo
mismo en un imperfecto castellano. Pasaron unos segundos y decidí ponerme a su
lado y preguntarle. Se llamaba, o se llama, Abdulai (así lo pronunció él), y
acababa de llegar a Castellón buscando trabajo. Su familia estaba en Mali, y
estaba completamente solo. Me presenté y le di la mano. Las suyas eran enormes
y con un par de gruesos anillos en el mismo dedo. Me preguntó qué tal estaba, y
le fui sincero. Le dije que estaba mal, y él se rió. Le conté mi problema de
forma muy resumida, a lo que él no supo bien qué contestarme. Sonreía
tenuemente. Le dije que si le molestaba, que le dejaba en paz, y me dijo que no
hacía falta. Le ofrecí la cena que yo no me iba a comer, pero me dijo que no,
que ya había comido. Hubo bastante silencio, y le dije que el hecho de que
buscara trabajo le honraba como persona. Me acabé el cigarro, le di la mano y
le dije que le dejaba en paz –en el sitio en el que iba a pasar la noche-. Él
me dio las buenas noches de nuevo, me dio la mano y le deseé mucha suerte, que
la cosa está difícil.
Este hombre me dio una lección
como nadie me ha dado nunca, quizá por el momento en el que me pilló, o quizá porque necesitaba algo así
hacía tiempo. “Adrián, no hace falta irse muy lejos para encontrar a alguien
que las está pasando mucho más canutas que tú, y te estás quejando muchísimo
más que él”. Abdulai estaba completamente solo. Completamente solo. Y yo había
bajado a la calle pensando que me estaba quedando solo, sinceramente. Pero
gracias a él, he contenido en cierta manera mis rabietas antisociales y he
apreciado a quien me rodea. Y otra cosa: hay gente que lo está pasando mucho
peor que yo. Gracias, Abdulai.
te ho dic enserio, se me han caigut un parell de llagrimes al llegir l'entrada.
ResponderEliminarAra, sempre que em trobe fotu, pensaré en aquesta bonica historia.
Te estaré eternament agrait! GRACIES i ho senc molt.
¡Casi lloro Adrián! Me has tocado la vena más sensible. Hace unos días viví una situación parecida con una mujer marroquí que conocí en el bus y que llevaba años sin ver a su hija ni a su familia, y también me marcó muchísimo. Porque es entonces cuando te das cuenta de que lo tuyo, comparado con gran parte del mundo, no es tan grave.
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